Quisiera reseñar el libro de Ricardo Piglia, Plata
quemada (1997), col. Contem-poránea, ed. Debolsillo, Barcelona, 2013. En la
contraportada del libro se dice escuetamente el asunto, pero se le escapa el
lenguaje de la narración.
Estamos delante de una novela negra, negrísima.
Un atraco preparado desde diferentes estamentos en los que unos utilizan a
otros para sus propios intereses. Sin embargo, los personajes que aparecen determinan
lo que va a suceder. Lo que acontece es
un drama donde la violencia se hace dueña de la acción. No es una violencia
gratuita. Ricardo Piglia no se deja arrastrar por ella. La utiliza como un
instrumento necesario de un grupo de forajidos sin alma, porque previamente se
les a desalmado en los reformatorios, en las cárceles y con el trato con la
policía.
La historia se sitúa en San Fernándo, provincia
de Buenos Aires en 1965. Los actores del drama son: El Nene Brignone, Dorda, El
Gaucho Rubio, Malito, el cerebro; el Cuervo Mereles, y la némesis de todos
ellos el comisario Silva. Hay otros personajes, pero los nombrados son los
actores de la tragedia.
Robo de un furgón con las nóminas, matar a los ocupantes del furgón,
darse a la fuga. Esconderse, e iniciar la caza a los delincuentes. Un reguero
de muerte, odio y andrenalina surcan las calles donde se ha cometido el robo. La
huida supone salir del país. Uruguay es el escape. Los delincuentes tienen sus
historias particulares. El Nene, hijo de familia bien, se empieza a torcer
cuando es adolescente y su deriva acaba con la muerte de su padre de un infarto
al saber a qué se dedica. Un malandra de mucho cuidado. Todos son unos
malandras. Dorda es un psicópata que oye voces en su interior. Las drogas le
alivian esa cháchara permanente de su cerebro. Dorda y el Nene tiene una
auténtica simbiosis de amantes/amigos.
“El comisario Silva, de Robos y Hurtos, no
investiga, sencillamente tortura y usa la delación como método. (...) Había
armado un escuadrón de la muerte siguiendo el modelo de los brasileños”
(pág.46).
Silva ha logrado hilvanar lo que ha sucedido
apretando tuercas a los eslabones más débiles de cadena. “La policía siempre
actúa con la certeza de que los pistoleros son como ellos, es decir, que los
pistoleros tienen el mismo equilibrio inestable de decisión y de cautela que
tiene un hombre común al que le dan un uniforme que representa la autoridad y
le dan un arma mortal y el poder de usarla. Pero la diferencia es abismal, es
la misma diferencia que existe entre luchar para vencer y lucha para no ser
derrotado”.
Finalmente, la policía logra que los
atracadores se oculten en un piso que tienen controlado. Sin embargo, la
ratonera es tan letal para los delincuentes que se verán atrapados como para la
policía que no podrá entrar fácilmente.
El en detpo –departamento-, Malito, el cerebro,
no ha entrado. Sus compañeros que están atrincherado saben que están solo
rodeados de policías. “Hablaban así, eran
más sucios y más despiadados para hablar que esos canas [policías] curtidos en
inventar insultos que rebajan a los presos hasta convertirlos en muñecos sin forma.
Tipos pesados, de la pesada pesada, que se quebraban en la parilla, que se
entregaban al final, después de oír a Silva insultarlos y darles máquina
durante horas, para hacerlos hablar. Los restos muertos de las palabras que la
mujeres y los hombres usan en el dormitorio y en los negocios y en los baños,
porque la policía y los malandras (pensaba Renzi) son los únicos que saben
hacer de las palabras objetos vivos, agujas que se entierran en la carne y te
destruyen el alma como un huevo que se parte en el filo de la sartén”.
(pág.126-7)
Renzi es el reportero que cubre la noticia. Los
medios dieron cobertura exhaustiva al atraco. El Mundo, el diario para el que
trabaja Renzi, lo había enviado a Montevideo para cubrir el desenlace de
atraco.
Atrapados como ratos en el depto, los malandras
empiezan a realizar el acto más nefando que cabe realizar: ¡Quema la plata!
¿Cómo se puede realizar tamaño despropósito? Se roba, se mata, y después se quema
el dinero.
“-Están quemando la plata.
Si la plata es lo único que justificaba las
muertes y si lo que han hecho, lo han hecho por plata y ahora la queman, quiere
decir que no tienen moral, ni motivos, que actúan y matan gratuitamente, por el
gusto del mal, por pura maldad, son asesinos de nacimiento, criminales inservibles,
inhumanos. (...) La gente, indignada, se acordó de inmediato de los
carenciados, de los pobres, de los pobladores del campo uruguayo que viven en
condiciones precarias y de los niños huérfanos a los que ese dinero habría
garantizados un futuro” (pág.130)
“ Surgió ahí la idea de que el dinero es
inocente, aunque haya sido resultado de la muerte y el crimen, no puede
considerarse culpable, sino más bien neutral, un signo que sirve según el uso
que cada uno le quiera dar”
“Y también la idea de que la plata quemada era
un ejemplo de locura asesina. Sólo locos asesinos y bestias sin moral pueden
ser tan cínicos y tan criminales como para quemar quinientos mil dólares. Ese
acto (según los diarios) era peor que los crímenes que habían cometido, porque era
un acto nihilista y un ejemplo de terrorismo puro” (pág.131).
En el depto había tres malandras con todo un
arsenal para hacer la guerra y a su alrededor cerca de trescientos policías. La
encerrona duró quince horas. El Nene, y Mereles cayeron abatidos en las
refriegas. Dorda milagrosamente sobrevivió a la hecatombe.
En el epílogo nos narra cómo se fue fraguando
la novela. Realidad y ficción llevan al lector a un conclusión inquietante: policías
y ladrones se necesitan. ¿Qué hubiera pasado si Dorda, el Nene, y Mereles,
hubieran nacido en familias acaudaladas, respetables. El Nene es el único que
tuvo esa vida, pero la malogro. Es la excepción que confirma la regla. Si
hubieran tenido una vida regalada, es posible que el reguero de injusticias,
maldades y muertes no se hubieran realizado. O tal vez sí, quién sabe.
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