La responsabilidad del porvenir
Innerarity cita a Birnbacher
para esbozar ese nuevo concepto de responsabilidad que “apunte a promover
una situación mejor –disposición positiva- y, anticipe las consecuencias de las
acciones”. Como se puede leer la concreción de las propuestas son vaporosas
en el mejor de los casos, porque al decir de Innerarity “el dilema de la
política consiste en cómo gobernar procesos que no son directamente gobernables”.
Se trata de reducir riesgos incontrolables que la dinámicas sociales llevan a
cabo debido a la lógica de la complejidad.
Procesos que deberían canalizarse a través de “la producción de
capital social, bajo la forma de saber compartido, estructuras de cooperación,
mediación e informalidad (...)”.
La realidad está lejos de estos
intentos de llevar a cabo una nueva responsabilidad en el marco de la
globalización. Hemos de pasar de una responsabilidad “ejecutiva” –etapa
sólida- a una “garantizadora o infraestructural”.
Innerarity parece empeñado en
hablar de la política pero no del Estado, pues, para él, “la retirada del
Estado de determinados ámbitos únicamente se justifica en orden al mejor
cumplimiento de sus responsabilidades de configuración”. No se trata de
evadir responsabilidades, que es lo que parece cuando el Estado se hace mínimo.
Llama la atención el liberalismo de Innerarity contraponiéndolo a Toni Judt en
su última obra “El món no se’n surt” (Algo va mal), donde plantea la
reivindicación de la socialdemocracia y su papel en el estado actual de puesta
en cuestión de sus logros.
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