Amin Maalouf, El naufragio de las civilizaciones. Trad. María Teresa Gallego Urrutia. Biblioteca de autor. LB Alianza editorial. Madrid, 2ed 2022.
Este libro es un libro de memorias del autor. Quiere hacer un examen de su tiempo, de cómo hemos llegado aquí y cómo determinados hechos nos ha llevado hasta un callejón sin salida. Desde su condición "Levantina" narra con pasión la experiencia vital -personal y familiar- la deriva de un mundo que no se parece a lo que conoció y que podía haber sido un espejo para el desarrollo de los países árabes, incluido el Líbano.
El libro se inicia con una declaración de principios: “Nací muy sano en brazos de una civilización moribunda y durante toda mi existencia he tenido la sensación de estar sobreviviendo, sin mérito ni culpabilidad, siendo así que tantas cosas a mi alrededor se convertían en ruinas; igual que esos personajes de película que cruzan por calles en que se desploman todas las parades y salen, no obstante, indemnes sacudiéndose el polvo de la ropa mientras, tras ellos, la ciudad entera no es ya sino un cúmulo de escombros” (pág.13)
“(…) Mis cuatro abuelos y todos sus antepasados, remontándonos a doce generaciones, nacieron bajo la misma dinastía otomana. ¿Cómo no iban a creer que era eterna? (pág.14). La idea de la aceleración en todos los órdenes de cosas, es propia desde mediados del siglo pasado. Desde ese momento, parece que todo, se ha desbocado, y no parece que en el horizonte haya un remanso de paz, al contrario.
“Que pueden recordar las rosas, nunca se ha visto morir a un jardinero”, suspiraban los filósofos franceses del Siglo de las Luces pensando en el orden social y en la monarquía de su propio país. Hoy día estas rosas pensantes que somos nostros viven cada vez más tiempo, y los jardineros se mueren. En lo que dira una vida nos da tiempo a ver cómo desaparecen países, imperios, pueblos, lenguas, civilizaciones.” (pág.14)
"Tal como yo lo empleo –Levante-, este vocablo obsoleto designa el conjunto de los lugares donde las antiguas culturas del Oriente mediterráneo se codearon con las más jóvenes, de Occidente. De esa intimidad suya estuvo a punto de nacer, para todos los hombres, un porvenir diferente. (págs.14-15). Las luces de Levante se apagaron. Luego, las tinieblas se extendieron por el planeta. Y, desde mi punto de vista, no se trata de una simple coincidencia. (pág.15). (…) Como sucede con todos los ideales, aspiramos a ello sin conseguirlo nunca del todo, pero la aspiración es en sí salutífera, indica el camino que hay que seguir, el camino de la razón, el camino del porvenir. Llegaré incluso a decir que es esa aspiración la que marca, en una sociedad humana, el paso de la barbarie a la civilización". (pág.15)
(…) "Hasta mucho más adelante no caí en la cuenta de hasta qué punto esa cercanía que imperaba entre las diversas comunidades en el universo de mi infancia era excepcional. Y cuán frágil era. Muy pronto en la vida vi cómo se empañaba, se degradaba y, luego, se desvanecía, no dejando tras de sí más que nostalgias y sombras". (pág.16)
(…)"Por primera vez en la historia contamos con los medios para librar a la especie humana de todas las catástrofes que la acosan y llevarlas serenamente hacia una hacia una era de libertad, de progreso sin tacha, de solidaridad planetaria y de opulencia compartida; y henos aquí, no obstante, corriendo a toda velocidad en dirección contraria. (págs.16-17). No soy de esos que creen que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. (…) Sin embargo, llevo observando desde hace unos años derivas cada vez más preocupantes que amenazan con destruir todo aquello que nuestra especie ha edificado hasta ahora, todo aquello de lo que nos sentimos legítimamente orgullosos, todo aquello que solemos llamar “civilización”. (pág.17)
"¿Cómo hemos llegado a esto? Tal es la pregunta que me hago cada vez que me veo enfrentado a las siniestras convulsiones de este siglo. ¿Qué es lo que ha ido mal? (pág.17). Si recurro al vocabulario de la mar es porque la imagen que me obsesiona desde hace unos años es la de un naufragio: un transatlántico moderno, reluciente, seguro de sí mismo y considerado insumergible como el Titanic, que lleva a bordo una muchedumbre de pasajeros de todos los países y de todas las clases y avanza con pompa hacia su pérdida hacia su pérdida. (pág.17)
"El naufragio no es, por descontado, sino una metáfora. Forzosamente subjetiva, forzosamente aproximativa. Podrían hallarse otras muchas imágenes capaces de describir los sobresaltos de este siglo. Pero ésta es la que me obsesiona". (pág.18)
(…)" Esa “desmonetización” de los ideales, que se sigue extendiendo sin pausa y afecta a todos los sistemas y a todas las doctrinas, no me parece abusivo asimilarla a un naufragio espiritual generalizado. Mientras la utopía comunista se hunde en el abismo, al triunfo del capitalismo lo acompaña una explosión obscena de las desigualdades. Hecho que quizás halla una razón de ser en la economía; pero en el ámbito humano, en el ámbito ético y desde luego también en el ámbito político, supone innegablemente un naufragio". (pág.19-20)
"¿Son expresivos estos pocos ejemplos? No suficientemente, en mi opinión. Explican, sin duda, el titulo que he escogido, pero no me permiten aún captar lo esencial. A saber, que está en marcha un engranaje cuyo motor no ha puesto nadie voluntariamente en marcha, pero hacia el que nos estamos viendo todos arrastrados a la fuerza y amenaza con reduir a la nada nuestras civilizaciones." (pág.20)
(…) "Habría preferido no tener que hablar en primera persona, sobre todo en las páginas de un libro que se preocupa por la aventura humana. Pero ¿qué otra cosa podría haber hecho si he sido, desde que empezó mi vida, un testigo cercano de los trastornos de los qué me dispongo a hablar; si “mi” universo levantino fue el primero en naufragar; si “mi” nación árabe ha sido esa cuyo trágico quebranto ha arrastrado al planeta entero hacia el engranaje destructor?." (pág.20)