¿Quién se hace cargo del
futuro? Una teoría de la responsabilidad
Si la realidad es proteica y no
se deja gobernar como en la etapa sólida (Z.Bauman), es necesario “un
nuevo concepto de responsabilidad”.
¿Un mundo fuera de control?
Seguimos anclados en la etapa
sólida, y por ello, exigimos responsables de todo cuanto acontece en nuestra
sociedad. Pero nuestros responsables, no parecen capaces de hacer frente a los
nuevos tiempos. Por eso, su incapacidad nos resulta tan irritante. Hay una
desincronización entre los nuevos tiempos líquidos (Z.Bauman) y las viejas
rutinas de la etapa sólida que la identificamos con el estado de bienestar.
Dice Innerarity que “la interconexión significa, por una parte, equilibrio y contención mutua, pero también alude al contagio, los efectos de cascada y la amplificación de los desastres” –por ejemplo, la crisis financiera-. A.Giddens –citado por Innerarity- utiliza la metáfora de un “mundo desbocado” para referirse a la globalización.
¿Por qué reaccionamos tarde a
las catástrofes? La respuesta que ofrece Innerarity es múltiple: antropológica,
nadie quiere jeremías que vaticinan el fin de los buenos tiempos; ideológica,
que en el plano del neoliberalismo afirma el dogma que los mercados no se equivocan
nunca. El resultado de esta mala combinación es la reluctancia de los gobiernos
a regular los mercados.
Si en el ámbito financiero, existe un aparato matemático para calcular lo incalculable –mercados de futuros, por ejemplo-, en cambio “no sabemos todavía detectar, gestionar y comunicar los riesgos globales” al decir de Innerarity.
La crisis financiera demuestra que la ingeniería financiera al servicio de la especulación es “más frágil que la globalización comercial” y pone de manifestó a su vez, la “dejación de responsabilidad por parte de los Estados, de los bancos centrales y las instituciones financieras mundiales”. La crisis exige algo más que buenos propósitos de aquellos que deberían haber velado por control de esos mercados. ¿Cómo exigir responsabilidades a los responsables? Innerarity apunta a dificultades de carácter sistémico para la responsabilidad, pues, existe una “mezcla de debilidad institucional y fatalismo que caracteriza a nuestros compromisos democráticos”.