Llama la atención el despliegue de los partidos
catalanes en su esfuerzo por diferenciarse de sus oponentes. Excepto CiU y ERC
que han establecido un pacto para la constitución de “estructuras de estado” en
la medida que la primera medida es el “derecho a decidir” del pueblo catalán,
que asume un papel activo de sujeto político, las demás opciones políticas,
ICV, PSC y la CUP ven las cosas de manera diferente. La CUP está en línea con
las aspiraciones del independentismo, pero ICV se siente marginada y por lo
tanto quiere tener cierto protagonismo, mientras que el PSC tiene una
perspectiva realmente difícil. Su alma dividida, es decir, la estatal y la
nacionalista, está en un momento de crisis profunda. En la cúpula del partido
la sensibilidad es más estatal, pero por puro tactismo saben que si abandonan
el filón nacionalista, no volverán a gobernar en las próximas décadas. El PP
aspira a absorber a militantes del PSC de carácter nacional, y el PP puede y quiere
explotar las contradicciones del PSC
enfrentádolo a sus propios fantasmas. C’s tiene claro que no desea ni la consulta
ni por supuesto la independencia.
Mientras la crisis sigue su camino triunfal
hacia la desesperanza, mientras que la corrupción política parece que lo anega
todo, y el gobierno central limita la capacidad de la Generalitat para recaudar
impuestos, ahogándola económicamente, mientras que por otra parte, se le exige
que cumpla con los recortes de cerca de 4000 millones de €, algo que por otra parte
parece imposible de cumplir, nuestros políticos se esfuerzan en ese ejercicio
imposible de diferenciaciones microscópicas que les permita capitalizar
pequeñas victorias que no son más que el reflejo de la derrota de toda nuestra sociedad.