(Hay juegos y juegos)
[Reflexiona sobre el juego del parchís y el juego de la oca] (…) Es, en efecto, un juego carnicero, ferozmente competitivo, en torno al cual se engendran los más sordos y sórdidos rencores, los más perdurables odios familiares. (…) Por el contrario, el rechazo de la oca sólo se puede comprender pensando que los católicos no reconocen ya sus propias representaciones, puesto que es evidente que el juego de la oca no es sino una bellísima alegoría del camino del alma hacia la salvación. (…) Nadie destruye a otro como en el parchís, devolviéndolo al principio del arduo ascenso hacia la santidad (pág.101)”.
Rafael Sánchez Ferlosio, Campo de retamas.Pecios reunidos. Debolsillo, Barcelona, 20126