Episodios como el vivido estas semanas con el espectáculo deprimente del Open Arms pidiendo un puerto para desembarcar a los desheredados de la fortuna, estas palabras deberían hacernos pensar. ¿Adivinen quién pronuncia estas palabras*?:
"Si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es
esta: diálogo. Estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando
por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos
permita reconstruir el tejido social. La cultura del diálogo implica un
auténtico aprendizaje, una ascesis que nos permita reconocer al otro como un
interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que
pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y
apreciado. Para nosotros, hoy es urgente involucrar a todos los actores
sociales en la promoción de «una cultura que privilegie el diálogo como forma
de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la
preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones» (Evangelii
gaudium, 239). La paz será duradera en la medida en que armemos a nuestros
hijos con las armas del diálogo, les enseñemos la buena batalla del encuentro y
la negociación. De esta manera podremos dejarles en herencia una cultura que
sepa delinear estrategias no de muerte, sino de vida; no de exclusión, sino de
integración.
Esta cultura de diálogo, que debería ser incluida en todos
los programas escolares como un eje transversal de las disciplinas, ayudará a
inculcar a las nuevas generaciones un modo diferente de resolver los conflictos
al que los estamos acostumbrando. Hoy urge crear «coaliciones», no solo
militares o económicas, sino culturales, educativas, filosóficas y religiosas.
Coaliciones que pongan de relieve cómo, detrás de muchos conflictos, está en
juego con frecuencia el poder de grupos económicos. Coaliciones capaces de
defender a las personas de ser utilizadas para fines impropios. Armemos a
nuestra gente con la cultura del diálogo y del encuentro.
El diálogo, y todo lo que
este implica, nos recuerda que nadie puede limitarse a ser un espectador ni un
mero observador. Todos, desde el más pequeño al más grande, tienen un papel
activo en la construcción de una sociedad integrada y reconciliada. Esta
cultura es posible si todos participamos en su elaboración y construcción. La
situación actual no permite meros observadores de las luchas ajenas. Al
contrario, es un firme llamamiento a la responsabilidad personal y social”.
* En los próximos días aparece el autor de estas palabras.