Irak se hunde en una espiral de
violencia y estupor. La guerra es de poder, ¡cómo no! Suníes y chiitas se
enfrentan en una guerra inesperada y sobre todo sorprendente. El autodenominado
Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL)
–suníes- se han hecho con el control de la práctica totalidad del país sin
apenas oposición. Están a las puertas de Bagdad, su triunfo supondría pasar de
Sadam Husein, a una nueva aventura yihadista de corte islamista-radical, parece
una oxímoron simpático, sino no fuera porque supondrá el éxodo masivo de los
chiíes que viven en Irak. Amén de la instauración de otro engendro
político-religioso. La invasión angloamericana basada en falsas evidencias, supuso la destrucción de un estado que había
servido fielmente a los aliados occidentales durante décadas. Armas de
destrucción masiva fue la excusa. No se pudo encontrar tales armas, porque todo
eran mentiras. Los norteamericanos se instalaron en ese país, haciendo y
deshaciendo lo que quisieron. Sin embargo, volvieron a cometer los mismos
errores allí donde van. Desestabilizan el país de tal manera que nunca vuelven
a ser lo que eran. Ahora, resulta que los norteamericanos están pensando en
ayudar al gobierno iraquí –que no a la
población- contra los EIIL. Además, pueden contar con un aliado incomodo como
es Irán. Éstos apoyan al gobierno de mayoría chií, a pesar que los sunitas son
mayoritarios en el país.