dilluns, 1 d’octubre del 2018

Urnas de plástico



1-O, un año después

Hoy se cumple un año del 1-O. El referéndum que nunca existió, según el gobierno central del PP. Según su relato, no hubo urnas, ni policía que pegarán a nadie, ni nada de nada. Sin embargo, los hechos están, a pesar de todo. Sí hubo urnas, sí hubo votaciones, sí hubo recuento, sí hubo violencia policial, y sí hubo un silencio cómplice de los medios de comunicación. Las emociones vividas ese día difícilmente se olvidarán. Muchos, cerca de mil personas, fueron golpeadas de manera de innecesaria, y las imágenes quedarán para siempre. 

Esos policías que reventaban puertas de los colegios, como sí el mobiliario fuese culpable, el furor de unos policías que habían venido a impedir lo que no pudieron. No contarán con mi simpatía. Seguro que muchos se limitaron a seguir el guión que les habían marcado, otros, se excedieron de manera miserable y muchos se retrataron para siempre, aunque después pudieran ser condecorados. Los responsables del desaguisado, no han dimitido, y sí premiado, a pesar del fiasco de la operación.

Quienes estuvimos en las escuelas para votar, difícilmente, se nos olvidarán las horas de incertidumbre, cuando ya sabíamos que había pasado en otros colegios donde se votó. La violencia de las actuaciones de la policía y guardia civil, llegaban por las redes sociales. Los que estaban en los colegios electorales, pedían a las personas mayores que marcharán a sus casas y los padres con hijos también. En nuestro colegio electoral, afortunadamente, no llegaron. Sí fue una fiesta, a pesar de los momentos de incertidumbre de las primeras horas. La gente - no era obligatorio ir a votar- que vino se sentía feliz de poder estar ahí. Es muy difícil de describir ese sentimiento.




Han pasado muchas cosas desde ese 1-O del 2017. Muchos estamos desconectados de esa España que pretende molernos a palos para mantener la unidad de España. ¡Qué no cuenten conmigo! Los que se quedaron en casa, porque no querían la independencia, estaban en su derecho. Por eso, el referéndum, no podía tener validez legal, pues, el gobierno central, se negó ni tan siquiera a considerarlo. La Constitución, permite los referéndums, pues, saber que opina la gente es un elemento básico de la democracia.

Resulta indignante todo lo que ha pasado desde esa fecha. Nadie podrá arrebatarnos esa fecha. Muchas personas, fueron malheridas sin necesidad, y al parecer nadie se ha preocupado por ello. La sociedad civil, se comporto con un coraje extraordinario, es posible que la República quede lejos, pero no me cabe ninguna duda que ese 1-O será una seña de identidad de muchas generaciones que vivieron ese momento. Casi dos millones de personas se movilizaron ese día. No es toda la sociedad catalana. Tal vez, en una fecha no muy lejana, sea posible determinar que quiere la sociedad catalana, y para eso, la herramienta más sencilla es convocar un referédum. 

divendres, 28 de setembre del 2018

Urbanidad (II)

Urbanidad (II)

Más allá de la anécdota que nos cuenta Eugeni D’Ors, es evidente, que vivimos en tiempos difíciles para las reglas de cortesía. Nuestra sociedad, se ha vuelto bronca, áspera, maleducada. Se apela a toda esa palabrería de nuevo cuño que se ha sacado de los manuales al uso de autoayuda para esconder, que los malos modos triunfan en nuestra sociedad del espectáculo.



¿Podemos imaginar una situación para la descrita en ese Londres de principios de siglo? Es evidente que la sociedad ha cambiado. No vivimos en una sociedad aristocrática. Hay que recordar que la palabra aristocracia viene del griego aristos, y significa “los mejores”, después, con el tiempo, irá adquiriendo otros significados. Vivimos en sociedades democráticas. La idea de igualdad se ha adueñado de todo. Es por supuesto falso, que la igualdad sea real. Como se decía antes, hay una igualdad formal, que las leyes proclaman a los cuatro vientos, pero que todos sabemos que es música celestial, porque no existe una igualdad material, es simplemente imposible.

La convivencia se asienta en las costumbres (mores) antes que en las leyes. Desde Antígona, el antagonismo entre cultura y naturaleza ha sembrado la discordia en diferentes ámbitos. Una de las características de nuestra sociedad, es la desaforada ilusión que proclamando normas, nuestra convivencia sea transformará en un idílico edén. Las costumbres deberían entrar en nosotros, transformándose en  carácter (ethos)  o modo de ser. 

Cuantas más normas, debe pensar el legislador, mayor civismo. Sin embargo, no parece que ese sea la herramienta más eficaz para la convivencia. Es muy fácil que la gente pierda rápidamente los papeles. La tendencia a gritar, a gesticular, a demostrar que lo que ha sucedido, es algo intolerable, llena inmediatamente de tensión el escenario de cualquier suceso. Es evidente, que las generalizaciones son malas compañeras. 

Existe la creencia, muy arraigada, de que todos deberíamos cobrar lo mismo, sea un médico o un camarero, el problema es que esta idea simplista, supone que no se le reconoce ningún mérito a nadie, empezando por el médico. Curiosamente, hay una cierta izquierda que abomina de los salarios altos. ¡Lo que debería clamar es por los salarios bajos!. Este es otro debate. La cuestión de la igualdad, supone que la mala educación sea vista como algo natural. No lo es, no debería ser. Cuando se oye en la prensa, que los hijos pegan a sus padres, ¿qué se supone que está pasando?


Las televisiones privadas, son una escuela de mala educación. Jóvenes de ambos sexos, que se exhiben, se gritan y se retan, en programas que son vistos por adolescentes, y no tan adolescentes. O bien, personajes supuestamente famosos, porque salen en la televisión, y cuyo mérito es haberse acostado con unos y con otros. Horas de televisión basura, donde nadie escucha nada y donde todo es sobreactuación. Modelos negativos puestos en las parrillas televisivas para emularlos. 

¡No tengo soluciones! Vivimos en sociedades cada vez más complejas y desarticuladas. El sálvese quien pueda es la nueva forma de supervivencia. Todos se convierten en primos para explotar o utilizar según los casos. ¿Qué hacen las escuelas, los institutos? Lo que pueden. Hay que recordar que los alumnos salen de sus casas con todo un bagaje de mala educación, no lo aprenden de los maestros/ras o profesores/ras. Cuando afeas el comportamiento de una adolescente, por ejemplo, no es infrecuente, que te salga insultando, o simplemente, te ignora. Además, ¡quieren tener razón!. No pensamos en los demás. Nos imaginamos en una isla desierta, pero no vivimos en una isla desierta. Compartimos espacios con otras personas.

dijous, 27 de setembre del 2018

Urbanidad (I)

Urbanitat*

Eugeni D'Ors, Ramon Casas (MNAC)

“Destingue-vos, barcelonins, amic meus, destingueu-vos per un momento a imaginar. Tanqueu els ulls a n’aquest viure massa barrocament virolat, massa pintoresc, que us envolta. Figureu-vos una Ciutat –he dit “una Ciutat”, i no un campament de pedra-, una gran Ciutat, plena activa, normal, histórica i constantment renovellada alhora. Imagineu son lloc més cèntric, més vivent… ¿Veieu el quadro? (…)

Són les onze del matí, l’hora de més trànsit. Un automóvil arriba corrent de la gran via aristocrática, i, a l’intentar donar la volta a la plaça, resta atascart, a son bell mig. Hi ha una gran quantitat de cotxes, (…); la circulació és aturada. Cal que una llarga fila de vehículs esperi que l’automòbil sigui apartat. –Cap cotxe s’impacienta, ni crida, ni jura.- Guia l’automòbil un senyor tot elegant. Va asseguda, darrera d’ell, una senyora tota eleganta. Ambdós romanen quiets, correctes, indiferents. No tenen pas l’aire de sospitar que són ells els qui deturen la circulació en la gran plaça. Un mecànic, que va al costat de l’impassible conductor, salta a terra i prova de posar el vehícul en marxa, vanament. Segon assaig, sense resultat. Ara són més de cent cinquanta els vehículs deturats.- És ja temps de fer alguna cosa.  El senyor conductor descendeix de son sti i, junt amb el mecànic, empeny el cotxe. De seguida, cinc o sis homes de bona voluntat empenyen amb ell. El cotxe avança… i vet aquí que sobtadament, sense que pugui ningú detenir-lo, el motor se posa a marxar i l’auto, inconscient de son destí, va dret de davant ell, com un cego. –Troba un carro i el bolca. Després bolca el petit carretó d’un venedor ambulant. A la fi la reixa del Parc detura l’auto. (…) Ni l’un ni l’altre, dirigeix cap injuria a l’aristocrátic conductor. Semblen no tenir-hi res que veure. – Però un policía** és amb ell i, a mitja veu, li parla. En un minut ha pres el nom i l’adreça de l’automobilista, dels carreter i del marxant.- No arriben a deu les persones que s’han deturat a contemplar l’escena. –El policía** se’n va. Ja està tot llest. –Tot ha passat en ordre, Tot ha passat urbanament.(pàg.25-6)” (10-V-1906)

*Cal recordar que fins 1913, no se implantarà les Normes Ortogràfiques (Pompeu Fabra).
**Policeman. La acción se sitúa en Londres

Eugeni D’Ors. Glosari, Les millors obres de la literatura catalana 74. Edicions 62, 4ed. 1992.