dimecres, 19 d’abril del 2017

Descartes (II)

4. Descartes y la sustancia. 


El término "sustancia" tiene en Descartes un valor fundamental. Descartes concibe la sustancia como "una cosa que no tiene necesidad más que de sí misma para existir". Habrá que decir, que este término sólo conviene a la sustancia divina, que es "una sustancia increada", que se contrapone a sustancia pensante y sustancia extensa, ya que estas son "una sustancia creada", subrayando la diferencia entre la sustancia increada y la sustancia creada. Sabemos que hay dos realidades conocidas que no se pueden reducir la una a la otra y a las cuales se puede reducir todo lo demás, a saber: la extensión y el pensamiento (el método ha demostrado, en efecto, que todo lo que no es pensamiento tiene que ser reducible a extensión); habrá, pues, precisamente dos sustancia: aquella cuyo atributo definitorio es el pensamiento y aquella cuyo atributo definitorio es extensión; a la primera Descartes la llama "res cogitans" y la segunda "res extensa". 



La sustancia divina. 

¿Qué sucede con la existencia divina?. Para Descartes la demostración de la existencia de Dios ha de consistir en poner de manifiesto que la mente no puede dudar de la existencia de Dios. La existencia de Dios es imprescindible para resolver el espinoso problema que supone que el “yo” (res cogitans) salga de sí mismo para abrise camino hacia el exterior. La hipótesis del genio maligno que aparece en sus Meditaciones metafísicas (Meditación primera) supone un esfuerzo por ser coherente con su propósito de ser radical en cuanto a la búsqueda de un principio sólido donde asentar su propio edificio filosófico. La hipótesis supone la aparición desde la duda radical del primer principio de su filosofía: el cogito. ¿Pero cómo salir de éste, si no queremos encerrarnos en un solipsismo estéril? La respuesta es buscar dentro de la propia razón la segunda evidencia, la existencia de Dios. 

Para ello se embarca en una serie de afirmaciones que le proporciona la filosofía escolástica –influjo de La Flèche- para llegar a la conclusión de la existencia de Dios y con ello la cancelación de la hipótesis del genio maligno. Si Dios existe la corres-pondencia del mundo y el yo es perfecta a condición que dicha correspondencia sea mediante las ideas claras y distintas. 

"Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y eminente, que cuanto más atentamente lo considero, menos convencido estoy de que una idea así pueda proceder de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues, aunque yo tenga la idea de substancia en virtud de ser yo una substancia, no podría tener la idea de una substancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mi una substancia que verdaderamente fuese infinita..." (Meditaciones metafísicas, Tercera) 

"... reconozco que es imposible que Dios me engañe nunca, puesto que en todo fraude y engaño hay una especie de imperfección. Y aunque parezca que tener el poder de engañar es señal de sutileza o potencia, sin embargo, pretender engañar es indicio cierto de debilidad o malicia, y, por tanto, es algo que no puede darse en Dios." (Meditaciones Metafísicas, Tercera) 

Desde el yo, cree Descartes poder justificar las ideas de las cosas corpóreas inanimadas, las ideas de los ángeles, de otros hombres, de los animales, etc.; pues, nada parece haber en ellas tan excelente -dice- que no pueda proceder de mí mismo. La idea de Dios es la de una sustancia infinita, eterna, inmutable etc. Descartes carga el acento sobre la nota de infinitud, y concluye diciendo que es imposible que yo sea la causa de esa idea; pues, aunque pudiera serlo, en tanto que se trata de una sustancia, y yo soy una sustancia pensante, sin embargo, no podría serlo, tratándose de una sustancia infinita y siendo yo sólo finito; la idea de una sustancia infinita debo haberla recibido de una sustancia infinita. Y, por tanto, Dios existe. 

Ahora bien, ¿de qué modo he adquirido esa idea?, se pregunta Descartes. En su análisis de las ideas, Descartes divide las ideas, por razón de su origen, en tres clases: innatas, esto es, nacidas conmigo; adventicias, las que parecen proceder de la experiencia externa, y ficticias o construidas por mí mismo, por ejemplo, la idea de una sirena. Pues bien, la idea de Dios es igual que la idea de mí mismo, una idea innata; es como el "sello del artífice, impreso en su obra". 

Descartes desarrolla, en la misma tercera Meditación, otra prueba que muestra a Dios como causa, no ya solo de su idea en mí, sino también como causa de mi existencia. Este segundo argumento puede resumirse así: yo, que me reconozco como siendo un ser imperfecto reconozco al mismo tiempo que no puedo ser el autor de mi ser, pues, al crearme a mi mismo, desde luego no me hubiera privado de ninguna de las perfecciones que concibo en la idea de Dios. Aún en la quinta Meditación desarrolla Descartes un tercer argumento sobre la existencia de Dios, el llamado argumento ontológico.

Pues bien, una vez reconocida la existencia de Dios y su naturaleza, como la de un ser que posee todas las perfecciones Descartes puede afirmar sin temor la veracidad divina, y destruir, de una vez por todas, el motivo de duda más radical de todos, la hipótesis del genio maligno: pretender engañar -dice- no es, en realidad, un signo de potencia, sino cierto indicio de debilidad, de malicia, en definitiva de imperfección, y, por tanto, no puede darse en Dios. 

Probada la veracidad divina, Dios se convierte en el sistema de Descartes en el garante de la verdad: todas las cosas que concebimos clara y distintamente son verdaderas tal y como las concebimos; es decir, Dios respalda la aplicación del criterio general de certeza (7). 

Las pruebas de la existencia de Dios fueron criticadas ya por sus contemporáneos, por descansar en un círculo vicioso –p.eje. A. Arnauld-, pues si la mente conoce la verdad de las ideas claras y distintas y Dios es una idea clara y distinta, ¿cómo suponer que siendo Dios una idea tenga que ser superior a las demás y fundamente a la idea del yo y del mundo? La respuesta de Descartes fue que el cogito es independiente del conocimiento de Dios. ¿Es cierto esta independencia? 

Lo cierto es que una vez supuesta la existencia de Dios, Descartes se embarca en explicar el origen de las ideas. ¿De dónde pueden provenir? La respuesta es el mundo que fue creado por Dios. El mundo es el campo de batalla donde la mente ejercerá su luz –el método sería la linterna que ilumine la oscuridad y confusión que reinan en ella- para desentrañar las maravillas que en ellas hay. La Naturaleza será ámbito del esfuerzo cartesiano para comprender de forma clara y distinta las verdades que en ellas ha depositado Dios. 

5. Descartes y el sistema mecanicista. 

Descartes no se preocupaba por los problemas concretos de lo que se dedicaban los científicos de su época, su pretensión iba más allá; pretendía edificar un Sistema del Mundo, que fuera capaz de explicar el mundo visible mediante la aplicación económica de tres conceptos: extensión, figura y movimiento. La exposición de tal visión - ¿metafísica?-, aparece en su Tratado del Mundo (1633), su publicación sufrió un retraso más que justificado, visto el proceso y condena de Galileo, aparecería en el año 1664. En el año 1644 publicó sus Principia philosophiae, que será la obra que explicará su visión acerca del mundo. 

¿De dónde proceden las ideas de cosas? La respuesta no puede ser el yo la causa, pues no soy más que una cosa que piensa, y se presentan a mí de forma involuntaria. Descartes afirmará que proceden de alguna sustancia distinta de mi. ¿Cuál es su origen? La respuesta garantizada por la omnipotencia divina, consiste en afirmar la existencia de las cosas corpóreas. Dios garantiza la conexión del yo y el mundo. 

¿Lo que percibimos refleja la realidad de las cosas? Descartes afirma que siguiendo el criterio de certeza: claridad y distinción, las cosas se reducen a aquello que es objeto de la geometría: extensión, movimiento y figura. En cuanto a los colores, sabores, sonidos, no son ni claros ni distintos, y no existen en los cuerpos sino en el sujeto. Descartes sigue aquí la distinción de Galileo entre cualidades primarias o matematizables y cualidades secundarias o subjetivas. Esta distinción también la recogerá Locke

¿Qué papel juega lo sensible, la sensación? La respuesta cartesiana es práctica; la sensación está destinada a orientarnos en nuestra conducta: buscando lo que nos conviene y evitando lo que nos perjudica. La sensación no nos dice nada acerca de la verdad de las cosas. 

Para Descartes, la extensión es sustancia (dualismo cartesiano: res cogitans y res extensa), la sustancia se reduce a la extensión. Ésta se caracteriza por ser una realidad “desmaterializada”, es decir, la extensión no tiene cualidades que la particularicen, es abstracción. Es un principio indeterminado que determina la materia. Dónde hay res extensa, no puede haber vacío, pero tampoco átomos. 

El movimiento siguiendo a Galileo es relativo. Es decir, el movimiento se refiere en relación con un objeto (res extensa) que se considere en reposo. Al igual que Galileo y contra la física aristotélica equiparan movimiento y reposo, existiendo una ley general de la Naturaleza que expresa dicha relación:
Por su omnipotencia, Dios ha creado la materia con el movimiento y el reposo, y conserva ahora en el Universo, por su concurso ordinario, tanto movimiento y tanto reposo como puso en él al crearlo”. 

La estructura y el funcionamiento del mundo -res extensa- puede explicarse por estas tres leyes del movimiento que derivan de la inmutabilidad de Dios: 


  • el principio de inercia.

  • la ley de que todo tiende a moverse en línea recta y

  • el principio de conservación del movimiento.

En el orden de la naturaleza –res extensa- no hay fines, sino causalidad eficiente, la acción mecánica de unos cuerpos sobre los otros. La física es, pues, una física matemática y mecanicista. El conjunto del universo físico es una máquina como las construidas por el hombre, pero cuyo artífice es Dios. La metáfora del reloj puede aclarar la semejanza con el orden de la naturaleza, orden puramente mecánico. Así como las manecillas de un reloj parecen tener vida propia, pues se mueven aparentemente sin la intervención del hombre, así la naturaleza y Dios como responsable último del movimiento, parecen moverse libremente, sin embargo, las cosas no son así; en el caso del reloj, las manecillas se mueven porque el hombre le ha dado cuerda –principio de causalidad- y él es responsable que dicho mecanismo funcione. Así, en el orden natural, todos los seres, con excepción del hombre, no son más que autómatas regidos por las leyes del movimiento.

Notas:

(7) Ana María Andaluz Romanillos, José Sarrión Cayuelas,Luis Tatay Alabau.- Historia de la filosofía a partir de los textos, pág.275. 

(8) Para Carlos Castilla del Pino, en su libro Teoría de los Sentimientos, afirma que Descartes no hay que entenderlo como un dualismo de naturaleza, sino de función, puesto que establece una localización al alma en el cuerpo -la glándula pineal-, pero sí de función, puesto que, a diferencia de las funciones que conciernen al cuerpo, están las que conciernen al pensar, sentir y padecer. 

(8bis) Jorge Pérez de Tudela. Historia de la Filosofía Moderna. De Cusa a Rousseau. col. Tractatus Philosophiae. ed.Akal, Madrid,1998,pág.171-172. 

(9) G.Reale y D.Antiseri.- Historia del pensamiento filosófico y científico. vol II, Del humanismo a Kant, ed.Herder, Barcelona, 2001, pág.336.



dimarts, 18 d’abril del 2017

Descartes (I)

CIENCIA Y SUJETO EN LA ÉPOCA MODERNA
(R. DESCARTES) 




1. Introducción.

Existe controversia sobre el origen de la modernidad, en tanto que diferentes autores sitúan el evento histórico en función de gustos personales, acontecimientos históricos de diversa factura, etc; hace que la elección sea sobre todo de carácter intencional, así como puramente convencional. Así, hay autores que sitúan dicho origen en el año 1401 fecha de nacimiento de Nicolás de Cusa. Otros lo sitúan en la figura del primer humanista, Francesco Petrarca (1304-1374). 

El origen de la modernidad al menos en cuanto a las implicaciones filosóficas , fue el pensamiento de Guillermo de Occam(-1300-1349/50). Su distinción entre conocimiento intuitivo y conocimiento abstractivo supone un cambio cuya deriva dejará un surco que marcará el camino hacia la autonomía de la razón frente al primado de la fe. Si no tenemos conocimiento intuitivo de Dios, ¿cómo podemos conocerlo? La respuesta de Occam se halla en la fe. Pero, paradójicamente, liberará a la razón para un desarrollo propio y específico. Si la razón es impotente frente a la omnipotencia divina, lo adecuado será el conocimiento intuitivo que conoce la experiencia, aquella vivencia inmediata por el cual el ser existente y particular es conocido por el sujeto que conoce. 

Esta modernidad se expresará en el pensamiento renacentista que si algo puede caracterizarse es precisamente por lo irreductible de una visión extraordinariamente vital, frente al triunfo de la razón y su visión matematizable de la realidad que se inicia con las figuras de Galileo Galilei (1564-1642) y R.Descartes (1596-1650)y culmina en la apoteosis de la ciencia del barroco con I.Newton(1642-1727). 

El pensamiento renacentista se inserta a su vez en un momento histórico de cambios extraordinarios, a saber, el nacimiento del Estado. No es casualidad que el pensamiento filosófico y la ciencia que los acompaña serán fieles escuderos del Estado, que T.Hobbes (1588-1679) llamará Leviatán. Sin lugar a dudas, desde una perspectiva histórica, el legado de la modernidad han sido dos regalos envenenados a la historia contemporánea, a saber: la ciencia y el Estado. La ciencia se ha desarrollado en la medida que el Estado ha necesitado resolver todos los problemas que conlleva la dominación del hombre por el hombre y la naturaleza. 

2. Descartes y sus intereses.

¿Por qué Descartes se preocupa por problemas de orden filosófico? Una respuesta, puramente especulativa, sería que Descartes inicia su andadura filosófica, espoleado por sueños que, al abrigo de la estufa en las cercanías de Ulm, tuvo en la noche del 10 al 11 de septiembre de 1619. En en el sueño se le representa la "ciencia admirable" (mirabilis scientia):" he comenzado a entender el fundamento del descubrimiento maravilloso" (Olympica). En las Reglas (IV), nos dice: "(..) que, pertant, hi ha d'haver una certa ciència general que expliqui tot allò que pugui investigar-se sobre l'ordre i la mesura que no s'adjudica a cap matèria en especial; i que se l'anomena (..)- mathesis universal perquè conté tot allò que permet anomenar les altres ciències parts de la matemàtica" (2) (IV,378-379, pág.80-81). 

Resumiendo, en el famoso sueño entrevé lo que será el norte filosófico: la búsqueda de un instrumento matemático que permita avanzar con paso firme y seguro: certeza, mediante un método cuyo modelo es la matemática. 

3. Descartes y sus ideas claras.

¿Cómo evitar el error? Descartes contesta con la certeza. Y ésta ha de ser absoluta, esto es, metodológica. Descartes establece cuatro fuentes de conocimiento: el entendimiento, la imaginación, los sentidos y la memoria. Solamente el entendimiento es capaz de percibir la verdad. Pero ¿qué notas las caracteriza ? Su respuesta es claridad y distinción. Descartes llama “clara” a una percepción “que es presente y manifiesta a un espíritu atento”. Y llamamos “distinta” aquella “ que es tan precisa y diferente a todas las otras, que no comprenden en ella misma nada que no aparezca manifiestamente a aquel que la considera como tal”. La claridad y la distinción son notas de la verdad, pero ¿qué es la verdad? Descartes la denomina conocimiento intuitivo que es “espontaneidad del entendimiento”. Espontaneidad que no sujección a lo que el entendimiento concibe en sí sin deber nada a la experiencia. Es lo que Descartes denomina ideas innatas(3). La experiencia no es más que la ocasión para que la mente o el entendimiento por su propia luz llegue a descubrir la verdad. La verdad es algo que acontece en la mente y no en la experiencia. La verdad es la adecuación de la mente a la mente misma, a su propia ley absoluta

El método cartesiano sigue el modelo matemático que se constituye como un "arte inventivo" frente al modelo silogístico aristotélico que consideraba estéril. El método requiere de los siguientes pasos:

1) La primera condición para su realización consiste (Discurso,II) en "no admitir como verdadera cosa alguna que no se sepa con evidencia que lo es", evitando la precipitación y la prevención -causas del error-, y aceptando sólo lo que se presenta clara y distintamente al espíritu. 

2) la segunda, en "dividir cada dificultad en cuantas partes sea posible y en cuantas requiera su mejor solución". Es decir, el análisis: reducir lo complejo, lo oscuro, a lo simple. 

3) la tercera, "en conducir ordenadamente los pensamientos", empezando por los objetos más simples - puntos, ángulos, rectas-, y fáciles de conocer para ascender gradualmente a los más compuestos -triángulos,por ejemplo-, y 

4) la cuarta, "en hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones ta generales que se llegue a estar seguro de no omitir nada". El cuarto precepto representa la comprobación del análisis y la síntesis: del análisis, mediante el recuento o la enumeración; y de la síntesis, mediante la revisión(4) 

El método permite establecer el criterio de certeza: la evidencia. Todo lo que no pueda resistir dicho criterio deberá ser eliminado. La duda metódica es el procedimiento que Descartes se valdrá para llegar al primer principio: el cogito. ¿Cómo se alcanza éste? La respuesta cartesiana pretende partir de la radicalidad más absoluta, se trata de dudar de todo. Lo primero que examinará serán los sentidos como fuente de conocimiento. Pero, lo sentidos son engañosos, pues, nos hace ver cosas que luego no son, así cuando introducimos un palo en el agua, éste parece deformado, los sentidos, no pueden ser este principio del cual partir para construir una verdadera ciencia. La imaginación y la memoria son otros dos fuentes de conocimiento, pero no puede construirse nada sólido sobre bases tampoco sólidas(5). Por ello, se llega al entendimiento, donde parece que aquí sí podremos construir ese primer principio inconmovible que buscamos. Las matemáticas como modelo de conocimiento se asienta en cadenas deductivas y por tanto, firmes y sólidas. Cuando estamos en el camino que debería llevarnos a la culminación de nuestra búsqueda, Descartes introduce la hipótesis del genio maligno. 

Si los sentidos son engañoso, se pregunta Descartes, ¿cómo podemos distinguir el sueño de la vigilia? En sueños aparecen representaciones que parecen tan reales como cuando estoy despierto, por todo lo cual ¿no será que cuando creo estar despierto,no sea sino un sueño? Las cosas tal vez no son lo que parecen ser, pero " puesto que, ya esté dormido, ya esté despierto, dos y tres serán siempre cinco (...); y no parece ser posible que unas verdades tan obvias incurran en sospecha de falsedad" (Meditación Primera, pág.50) 

La introducción del genio maligno nos lleva la duda hiperbólica: incluso allí donde parece imposible dudar, las matemáticas, introduce la duda, pues, no sería posible que un "genio maligno de extremado poder e inteligencia pone todo su empeño en hacerme errar; creeré que el cielo, el aire,la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todo lo externo no son más que engaños de sueños con los que ha puesto una celada a mi credulidad,(..)" (Meditaciones Metafísicas, Primera Meditación,ed.Aguilar, pág.52).

¿Qué queda después de la intervención del genio maligno? La respuesta se encuentra en las Meditaciones Metafísicas: "Así pues, supongo que todo lo que veo es falso... pienso que carezco de los sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero? Acaso esto sólo: que nada cierto hay en el mundo". 

Pero, ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable?... Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo.(..) Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu." (Meditaciones metafísicas, ) 

"Ya sé con certeza que soy, pero aún no sé con claridad qué soy...¿Qué soy entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que imagina también, y que siente." (Meditaciones metafísicas) 

La duda cartesiana no desemboca en el escepticismo. Del hecho mismo de dudar surge la primera certeza. En efecto, si dudo, si estoy persuadido de que nada hay en el mundo, si soy engañado por cierto genio maligno, si, en definitiva, pienso, hay que concluir que yo soy, que yo existo. Pues, si yo no soy nada, ¿cómo puedo dudar, cómo puedo estar persuadido de algo, cómo puedo ser engañado? De manera que la afirmación pienso, luego existo (cogito, ergo sum), se presenta como la primera certeza, capaz de resistir a todo posible motivo de duda, incluso al más radical de todos, el del genio maligno. Pienso, luego existo, es la primera verdad firme y segura sobre la cual se propone Descartes fundamentar la filosofía, tal como expresa en la cuarta parte de su Discurso del método. Es una verdad intuida, esto es, conocida mediante la primera operación del espíritu, la intuición(6). 

La intuición cartesiana es la actividad intelectiva, que el la Regla III, define como "aquella concepció tan fàcil i distinta d'una ment pura i atenta que no resta absolutament cap dubte sobre allò que entenem" (III,368,70). El contenido de este proceso se alcanza a través de las llamadas "naturalezas simples".Que Descartes define a las ideas simples "només aquelles el coneixement de les quals és tan clar i distint que la ment no pot divivir-les en parts més dintintament conegudes: d'aquesta mena són la figura, l'extensió, elmoviment,etc,i concebem totes les restants com a compostes d'alguna manera a partir d'aquestes"(XII,418,123). Resumiendo, las ideas simples son aquellas que produce el proceso de la intuición, su resultado. 

El yo es el resultado de la aplicación del método. El yo es pensamiento frente a lo que no lo es. A través de este criterio se establecerá un dualismo metafísico entre extensión y pensamiento. Así Descartes nos dice que jamás nada físico, corpóreo, material podremos aprehender algo así como “yo pienso”. Y éste no debe considerar necesariamente la vinculación especial a mi cuerpo; tal unión accidental es un hecho y la percepción de que “yo pienso” es confusa por definición cuando se mezcla alguna determinación que suponga la extensión. Ello supone el reconocimiento de dos realidades “sustanciales” diferentes. 

Notas:

Nota: 

(2) René Descartes.- Regles per a la direcció de l'enginy. ed.62, Barcelona, 1998. La páginación se indica según las obras completas de Descartes editadas por Adam &Tannery en el vol X,pp.359-469; mientras que las páginas hacen referencia a la edición llevada a cabo por Silvi Turró para Edicions 62. 

(3) En la modernidad filosófica inaugurada por Descartes se debate sobre las relaciones entre la subjetividad y el mundo objetivo y los supuestos puentes que se tienden entre uno y otro. Esta mediación presupone que en el orden epistemológico y en el orden del pensamiento podemos distinguir entre los conceptos y un material neutro, libre de toda conceptulización -como si esto fuera posible-. En el racionalismo este material neutro sería las ideas. 

(4) Ana María Andaluz Romanillos, José Sarrión Cayuelas,Luis Tatay Alabau.- Historia de la filosofía a partir de los textos. Editorial Luis Vives,1988.pág.269. Se trata de uno de los mejores textos de Historia de la Filosofía en el mercado. 

(5) Descartes.- Meditaciones Metafísicas. 9ed.ed. Aguilar, Madrid,1980. "Suelo imaginarme muchas otras cosas, además de aquella naturaleza corpórea que es el objeto de la pura matemática, como son los colores, los sonidos, los sabores, el dolor, etcétera, pero ninguna tan claramente como aquélla; y dado que percibo estas cosas mejor por los sentidos, por los cuales parecen haber llegado a la imaginación con ayuda de la memoria, para tratarlas de un modo más útil se ha de tratar al mismo tiempo sobre los sentidos, y se ha de ver si se puede obtener algún argumento cierto en favor de la existencia de los seres corpóreos a partir de aquellas cosas que se perciben por medio de ese modo de pensar que llamo sentido" (Meditación Sexta, pág.109) 

(6) Ana María Andaluz Romanillos, José Sarrión Cayuelas,Luis Tatay Alabau.- Historia de la filosofía a partir de los textos, pág.271.