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dimarts, 10 de desembre del 2019

Birmania (VI): Mandalay (II)

Nosotros los turistas…

Haz lo que quieras, nosotros te financiaremos el futuro

Me he despertado demasiado pronto. He seguido un rato en la cama. Sobre las 6h nos hemos puesto en marcha. Desde la habitación con vistas he hecho algunas fotografías. Bruma y mala visibilidad no eran las mejores condiciones para un paisaje lleno de pagodas y estupas. Entorno de ensueño que diría el prospecto de la agencia de viajes. Ducha y desayuno. A pesar del superabúndate desayuno que dispone el hotel, me he limitado a lo habitual. ¡Somos animales de costumbres!






A la hora prevista 8.30h hemos empezado el largo día que nos tenían preparado para los sufridos turistas. Unos programas que son llevados al mejor estilo estanjovista, sin posibilidades de haraganear o perder el tiempo, eso sería herejía. Todo ha de ser visto. No disponemos de tres meses o incluso más, como los viajeros de otros tiempos. Estamos expuestos al desgaste del tiempo. En las agencias de viajes el cliente ideal tiene entre treinta y cuarenta años. Por supuesto, ambos son estilizados, bronceados, con una sonrisa a prueba de profident. ¿A nuestra edad, qué podemos hacer? Poca cosa, como dice Muñoz Molina, en su último libro nos dice: “Por encima de esa edad, el campo de posibilidades se estrecha: se puede tener en torno a los sesenta, los sesenta y tantos, y el pelo blanco, él y ella, para participar en los cruceros de invierno, o para caminar por playas al atardecer con los pies descalzos y los pantalones remangados, con la tranquilidad de un buen plan de pensiones.” ¿Y sí ampliamos la edad? La respuesta no deja dudas: "Más allá solo queda ser un abuelo o abuela entrañables, más abuelo que abuela, siempre con muy buena dentadura, que quizás brillará en exceso, si se ha de pasear de la mano con un nieto, celebrando las cosas de verdad importantes de la vida, o reír junto a él en un sofá, compartiendo la pantalla de un iPad". (Antonio Muñoz Molina, Un andar solitario entre la gente, Seix Barral, Barcelona, 2018). Definitivamente, estamos condenados, excepto si nos rescatan esos titanes que nos tratan de devolver una segunda o tercera juventud, se trata del imserso. Ellos son la última esperanza e iba a decir la última frontera. Dejemos de elucubrar y vayamos a las calles de Mandalay.

Tráfico intenso, avenidas llenas de motocicletas e un aparente orden, no hay demasiados semáforos. Gente de todo tipo y condición hemos visto, desde nuestra privilegiada atalaya que es el autocar. 


Nos hemos dirigido al  Monasterio Shwenandaw de Mandalay. Antes de monasterio, el edificio albergaba el Palacio Real de Amarapura. En 1857, el Palacio Real se trasladó a Mandalay por orden del Rey Mindon. Su hijo, el Rey Thibaw, tras la muerte de su padre en 1878, decidió trasladar en 1880 todo el edificio fuera del recinto real, convirtiendo la antigua residencia en un monasterio para honrar al espíritu de su padre.









Nos hemos descalzado y hemos subido al recinto, para contemplar a Buda. La madera de teca daba un aspecto potente a la pagoda. El suelo de madera de teca, daba lustre al recinto. Hemos “entrado” en el espacio donde el rey recibía visitas, un trono vacío era el legado del antiguo poder del  Rey, y donde sólo los hombres pueden acceder a ese espacio. Las mujeres tienen prohibido acceder dentro –el espacio es abierto- Exterior e interior estaba ricamente representado por figuras de la mitología budista. 

Hemos hecho fotografías desde las diferentes ventanas que ofrecían diferentes posibilidades de composición. Resulta chocante contemplar el trono del rey dentro del recinto sagrado. Nos explicaron que este rey donó el palacio a los monjes.

No hemos seguido estrictamente el itinerario planteado, sino que hemos improvisado, dentro de las alternativas que había. El segundo objetivo ha sido el monasterio de Mahagandhayon. El prospecto de la agencia de viajes nos dice que “es el hogar de más de mil monjes y novicios”. Hemos aparcado cerca. Es una de las atracciones turísticas. La sorpresa es que estaba lleno de turistas que diligentemente, estaban apostados en el recorrido de los monjes y novicios. Todo turista con su móvil o cámara fotográfica, fotografía un ritual, que se celebra cada día, y es la celebración de la comida (11h). Una hilera de a dos recorrían con aire reposado y digno, ante el gentío que observaba ya fuera por ojos evolutivos o dispositivos ópticos, toda la ceremonia. ¿Cuántas fotografías habremos hecho entre todos nosotros? Si fuese verdad que al fotografíar una cara, capturamos su alma, entonces, definitivamente, hace mucho tiempo que no tendrían alma, porque todas ellas están capturadas en la dimensión digital, y nadie escapa de esa dimensión. 







Los turistas tenemos una rara habilidad para desacralizar todo cuanto somos capaces de contemplar. ¿Qué es realmente lo que atraía de ese ritual? No es fácil dar una respuesta. Objetivamente, era más interesante el Monasterio Shwenandaw, que contemplar a mil monjes ir a comer. Sin embargo, había una multitud contemplándolos. ¿Por qué? Si uno fuera creyente, su ejemplo conmueve. El monje budista no busca la felicidad, eso sería el colmo del despropósito que el yo imagina poder alcanzarla; es no haber entendido nada de nada. Su objetivo es más –aparentemente- modesto. La vida es sufrimiento. He ahí la única gran verdad. ¡Qué lejos estamos de nuestra búsqueda incesante de la felicidad, en nuestras sociedades!

Nos ha dejado una sensación extraña. Llevaban un cuenco donde los devotos depositaban dinero y regalos. El desfile tenía como objetivo, el comer común donde todos ellos en silencio –excepto por los cientos de turistas que sin ninguna consideración hacen comentarios a todo lo que ven. Es la única comida al día. El resto del día, se dedican al estudio de las doctrinas budistas. Impresiona el número de monjes y novicios de entre 8 o 9 años, con el pelo rapado y sus túnicas granates o blancas para los novicios. Uno hubiera tenido una satisfacción si los monjes de la rama budista Theravada, mayoritaria en Birmania, nos hubiesen obsequiado con unos ejercicios de artes marciales, al estilo de los monjes shaolín –se encuentra en China-, que puebla mi imaginario televisivo, pero no hubo nada de eso. Hay que recordar que la rama budista Mahayana es mayoritaria en Asia. 

Durante mucho tiempo, en virtud de interpretaciones alucinógenas, se entendía que todo lo religioso, era sin más, producto de la alienación -concepto filosófico- que los gobernantes ejercían sobre los súbditos. Se pensaba que el sentimiento religioso, acabaría cuando el bienestar de los ciudadanos, no fuese necesario el refugio en el más allá. ¿Qué pensar al contemplar a estos monjes? El sentimiento religioso no es irracional, que existan creyentes, es una vez más producto de la diversidad de maneras de entender lo que nos rodea. La sangha –tercer pilar del budismo- es la expresión de la comunidad de monjes que guarda como un tesoro, las enseñanzas –Dhamma- del Buda. Los muchachos, pueden salir del monasterio siempre que lo soliciten. 

Después del choque espiritual, nos hemos ido a visitar unos telares donde se confecciona ropa para celebraciones y posteriormente, visitar la tiende donde presuntamente se hace ese trabajo artesanal. Tengo mis dudas acerca de este relato tan edificante. No hemos comprado nada.



                              

Después hemos vuelto a Mandalay,  hemos pasado por calles, donde los artesanos  reproducían imágenes del Buda. Hemos parado a comer en un local grande, preparado para  recibir a turistas, sobre todo. La comida era correcta. El arroz y diferentes platos con los ingredientes de rigor. Pollo, verduras, huevos, tallarines, bebida aparte.  Después de comer, hemos acometido el siguiente reto. Nos hemos dirigido a la Pagoda Mahamuni. 


"La estatua de Mahamuni es la imagen más venerada de la actual Myanmar, también conocida como Birmania y cuya la población es mayoritariamente budista (alrededor del 90%), concretamente de la corriente theravada. Pero su importancia trasciende fronteras y es considerada una las representaciones más importantes del Buda Gautama (o Gotama), conocido antes de alcanzar la iluminación con el nombre de Siddharta y que es conocido en el budismo también como Sakyamuni. Para los habitantes de Birmania, que han transmitido de generación en generación esta creencia, es la única copia verdadera que existe de Buda porque fue realizada en vida del mismo y tomándolo como modelo[2]. No es extraño, por tanto, que durante siglos fuera objeto de codicia de numerosos gobernantes, ya fueran birmanos o extranjeros. Actualmente la estatua de Mahamuni está situada en el santuario del mismo nombre, también conocido como Gran Pagoda (Payagyi en birmano) o pagoda de Arakán. Dicho recinto religioso se encuentra en la ciudad de Mandalay y es el núcleo principal de la vida religiosa de la segunda urbe de Birmania."
 (http://www.ub.edu/geocrit/ b3w-894.htm)



 


 



 






  

La Pagoda Mahamuni, se encuentra la imagen de Buda que ha ido adquiriendo una forma descomunal debido a las donaciones de los creyentes que ponen en la figura, pan de oro. Uno de nuestros compañeros ha realizado el ritual de añadir pan de oro en la figura del Buda.  Otra, ha puesto dinero en una urna para donativos. No hay Pagoda que no debamos descalzarnos. Había gente, hemos tenido que pasar por unas galerías llenas de tiendas con toda clase de productos para la vente. Los mercaderes al lado del tiemplo. Sólo la cara del Buda no puede ser tocada, excepto por los monjes.




Después hemos ido a hacer tiempo, tienda de artesanía dedicada a la madera, había toda clase de figuras, incluidas marionetas. Había toda clase de objetos de madera, pero no era fácil saber si era valioso o no. Desde luego, todo parecía hecho a mano, por los artesanos, ¿qué precios se puede poner, a lo que en teoría no lo tiene?





Después hemos ido a una de las atracciones  del día, la visita al puente U Bein, construido en madera de teca en 1972. La idea del guía Naing Zaw era realizar la visita a la mañana. Nuestra directora de operaciones, ha impuesto el criterio que queríamos contemplar la puesta del sol desde el puente. Así que finalmente hemos conseguido el objetivo, al cambio de trastocar el itinerario. Hemos querido alquilar unas canoas para poder contemplar la puesta de sol desde las canoas, pero no ha podido ser, las canoas ya tenían otros ocupantes. Así que nos hemos subido al puente, bastante precario, sin barandillas, daba cierto respeto. El puente de 1km y 280 mts,  cruza de un extremo a otro el lago. He podido hacer fotografías del escenario incomparable. ¡Cada atardecer sucede lo mismo en el puente U Bei! Después de visto como mucha gente que estaba debajo del puente. A la mitad del puente había un espacio por el que se podía bajar. He bajado, y caminado por un terreno blando he podido colocarme en un lugar idóneo para realizar algunas fotografías dignas del escenario que el ocaso del sol y el puente nos regalaban. Después das cuentas que a pesar de todo, el ojo humano es infinitamente más sutil que cualquier objetivo óptico. He podido sacar algunas fotografías que intentan captar el esplendor de los atardeceres en este paraje que congrega a una gran cantidad de gente, sean turistas o locales. 







 




Después hacia el hotel, eran las 18h. Había un intenso tráfico, desde Amarapura donde se encuentra el puente hasta el hotel. Hemos desandado el camino hacia Mandalay. Hemos llegado al hotel sobre las 18.30h. 

Después de escribir la crónica del día, un sueño profundo se abatió encima de mí, dejándome llevar por Morfeo. Había que preparar las maletas porque el siguiente destino era Bagan.